Comunidad
La comunidad armenia de Argentina es muy numerosa y con una larga tradición en el país. Si bien no existen cifras exactas respecto del número de armenios y descendientes de armenios a nivel nacional, en la actualidad se estima que su número oscila entre 100 mil y 150 mil habitantes, en su mayoría de tercera y cuarta generación, y casi todos descendientes de sobrevivientes del Genocidio Armenio. Se calculan entre tres mil y cuatro mil los inmigrantes armenios provenientes de la actual República de Armenia llegados al país en los últimos treinta años.
A pesar de que hay referencias acerca de la presencia armenia en la Argentina desde fines del siglo XIX y comienzos del XX, la primera oleada migratoria –definida por los mismos protagonistas como una emigración forzada– comenzó en la década de 1910. Las matanzas de Cilicia (región sobre las costas del mar Mediterráneo en la actual Turquía) de abril de 1909 marcaron el comienzo de una inmigración parcial que se generalizó con el Genocidio Armenio de 1915 a 1923. En su transcurso murieron un millón quinientas mil personas; los sobrevivientes se dispersaron en busca de refugio en distintos puntos de Medio Oriente, Europa y América.
La década de 1920 fue la de mayor afluencia, especialmente luego de la firma del Tratado de Lausana (1923), que no tuvo en cuenta las aspiraciones de los armenios, determinando la emigración definitiva. Luego de la Segunda Guerra Mundial, durante las décadas de 1940 y 1950, llegaron armenios que se habían establecido en Grecia, Rumania y Bulgaria, y algunos de los pocos que habían quedado en Turquía tras las masacres de principios de siglo. La inestabilidad e inseguridad reinantes en esos países, así como la instauración del comunismo en Rumania y Bulgaria los obligó a emigrar.
Distribución Geográfica
La Argentina fue uno de los tantos destinos elegidos. Una vez en el país, los armenios se asentaron mayoritariamente en la ciudad de Buenos Aires y en la zona suburbana, hacia el sur, en Valentín Alsina, Lanús y Avellaneda, y, hacia el norte, en Vicente López y Olivos. En la ciudad de Buenos Aires, uno de los barrios que atrajo a los armenios fue el de Palermo. Los encontramos también en Nueva Pompeya, Vélez Sársfield, Flores sur, y Villa Urquiza en menor número. Con el tiempo y a medida que la integración avanzaba, se dispersaron por toda la ciudad. Muchos de los llegados en la década de 1920 se establecieron primero en las ciudades de La Plata y Berisso, atraídos por las posibilidades de trabajo en los frigoríficos. En la localidad de Valentín Alsina se instaló un porcentaje significativo de armenios seducidos por las oportunidades existentes para adquirir su propia vivienda. Allí establecieron escuelas, iglesias y clubes con el objeto de continuar con su cultura ancestral en el país de adopción. Hacia el norte de la provincia de Buenos Aires, en la línea Vicente López-Olivos, la vida comunitaria se desarrolló alrededor de la Escuela Armenia de Vicente López y de la iglesia San Jorge. La pequeña comunidad de la ciudad balnearia de Mar del Plata desarrolla, a través de su centro comunitario, tareas de difusión de la cultura armenia.La provincia de Córdoba es la segunda en importancia en cuanto a la concentración de armenios después de Buenos Aires. La natural necesidad de contar con un lugar en donde congregarse determinó la creación del Centro Armenio, la Iglesia San Jorge (primera iglesia armenia construida en América del Sur), la escuela y filiales locales de los partidos políticos armenios y de entidades benéficas. En la actualidad se estima que el número de armenios en la provincia de Córdoba oscila entre 4.000 y 6.000, concentrados mayoritariamente en la capital. Existen también comunidades armenias en Mar del Plata, Berisso, Rosario, Neuquén, Mendoza, Corrientes, Misiones, Comodoro Rivadavia, etc.
Actividad económica
Los armenios en su lugar de origen eran campesinos, artesanos, comerciantes... Cuando llegaron a la Argentina, se adaptaron a las necesidades del país. Paulatinamente y gracias a la perseverancia y tesón característicos de su pueblo, fueron progresando hasta ocupar lugares de incidencia en el desarrollo de la industria argentina, ya como industriales textiles, del calzado o bien de la fabricación de alfombras. Una minoría comenzó con un capital que le permitió crecer y, a la vez, incidir en el desarrollo de la industria argentina, sobre todo, en la manufactura textil y del calzado en todos sus rubros. El textil fue el más fuerte. Ciertas empresas de capitales armenios, filiales de otras extranjeras, con representaciones en distintos puntos del país, se ocuparon de la producción de tejidos y, en particular, de la fabricación de alfombras, artesanía tradicional entre los armenios. También se destacaron en el calzado: primero como zapateros remendones, a veces junto con la venta de calzado. En un segundo momento, hubo quienes se dedicaron a la producción industrial. A medida que la integración avanzó, se amplió el abanico de actividades, ya como argentinos de origen armenio. Hoy día en las nuevas generaciones existe un porcentaje muy significativo de profesionales
Vida institucional
Desde su llegada a la Argentina, los armenios recrearon las primeras entidades comunitarias, según las existentes en sus lugares de origen. Así, entre 1911 y 1938 se sentaron las bases de las principales instituciones religiosas, benéficas, políticas, deportivas, culturales y regionales que contribuyeron a superar el desarraigo y conformaron espacios de sociabilidad donde los inmigrantes intentaron restituir elementos patrimoniales propios –lengua, religión, tradiciones– con la esperanza de resistir la aculturación, al menos en la primera generación Las asociaciones aseguraron el sentimiento de pertenencia y facilitaron la inserción en la sociedad receptora.
En el barrio de Palermo, se yergue la Catedral San Gregorio, El Iluminador, sede del Arzobispado de la Iglesia Apostólica Armenia de la República Argentina que, junto al Centro Armenio, el Colegio que cuenta con los tres niveles y los distintos grupos artísticos, centraliza gran parte de las actividades comunitarias.
Las primeras instituciones armenias en Argentina fueron construidas con mucho sacrificio por las primeras oleadas de inmigrantes. Con frecuencia ellos mismos participaban de las obras, luego de sus respectivas jornadas laborales particulares, dedicaban su tiempo y sus recursos desinteresadamente para la vida comunitaria, como se observa en la foto durante la construcción de una de las escuelas armenias de Buenos Aires.